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Al González
24-01-2005, 09:08:47
Tomás Plaza

Aquel pudo haber sido el último día de su vida. Lo despertaron abruptamente por la mañana, cuando alguien tocó a su puerta dos veces. De inmediato se incorporó. No se cuestionó quién podría ser la persona que lo requería, nunca lo hacía. Abrió la puerta y dejó entrar al que identificó como su amo, con total libertad, sin decirle nada. Sólo se dedicó a obedecer las órdenes que éste le encomendaba, al pie de la letra, como era su costumbre.

Tomás Plaza tomaba muchas decisiones, pero casi todo estaba predestinado en su existencia. Para su amo, él no era más que un simple instrumento, no le tenía ninguna clase de consideración. No lo amaba, le era casi indiferente. Lo utilizaba sin reparo para sus oscuros propósitos de beneficio material. Para que esa misteriosa organización a la que pertenecía se mantuviera firme.

Ese día, llegó un nuevo inquilino al edificio donde vivía Tomás. Pero nadie se dio cuenta de este suceso, excepto el señor Wernstein, el casero, quien tenía fama de ingenuo.

—Mi nombre es Nataniel. Soy un viejo jubilado que no molesta a nadie —dijo el recién llegado—. Un humilde anciano que no requiere de mucho, tan sólo techo y un poco de comida. Prometo ayudar en las labores de limpieza y reparar el tejado. También puedo pintar los marcos de las ventanas para que se vean más bonitas.

El Sr. Wernstein confió en las palabras de aquel individuo, su rostro inofensivo espantaba a cualquier duda. Lo dejó instalarse en una pequeña habitación del sótano, ahí donde el ajetreo cotidiano es más discreto.

Horas más tarde, nuestro amigo, el fiel y trabajador Tomás Plaza, excitado con todas las tareas que le estaban solicitando en ese momento, optó por abrir una de las ventanas de su apartamento para ilustrar de mejor manera lo que en ese momento le explicaba a su amo. Pero en cuanto miró hacia afuera, su rostro se iluminó de horror. El viejo recién llegado sostenía una escopeta en sus manos, la cual apuntaba directo al rostro de nuestro amigo, esbozando una macabra sonrisa propia del peor de los malvados.

Afortunadamente, el amo se encontraba atento a todo lo que sucedía, y lo primero que hizo fue ordenarle a Tomás que cerrara la ventana inmediatamente. El viejo Nataniel jaló del gatillo, pero no logró herirle. Aunque si causó algunos daños en su vivienda. El amo abandonó el apartamento de Tomás, no sin antes indicarle a éste que se retirara a su habitación. Trató de localizar al viejo Nataniel, buscándolo en todos los pasillos del edificio, pero se había escabullido después del fallido disparo de su escopeta. Tampoco se encontraba en la pequeña habitación del sótano, donde el señor Wernstein lo había dejado instalarse.

Sin embargo, el amo dudó que Nataniel hubiese abandonado el edificio, algo le hacía sospechar que aún se encontraba ahí, escondido en algún rincón. Así que llamó de inmediato al detective Norberto Antares, quien después de examinar uno a uno casi todos los apartamentos del primer piso, logró encontrar al peligroso inquilino. Nataniel se encontraba dentro de uno de ellos. Había entrado ahí sigilosamente, para luego asfixiar a su ocupante con una almohada mientras éste dormía.

Cuando Nataniel se vio descubierto por la mirada de Antares, le disparó con su escopeta a quemarropa. Pero el detective Antares era prácticamente inmune a las balas, había nacido para doblegar criminales y resistir sus ataques. En respuesta, un tiro certero del arma de Norberto Antares clausuró la cabeza del mal nacido Nataniel.

Desde aquel día, el amo se asegura de que el detective Antares inspeccione el edificio con cierta regularidad, en busca de arrendatarios malintencionados. Además, Antares se hace cada semana de las fotografías y retratos hablados de los últimos delincuentes denunciados a la policía. Y para reforzar la seguridad del edificio, el amo exigió al Sr. Wernstein que pusiera un portero en la entrada del inmueble, así que desde entonces el bien ponderado Zacarías Almonte, vecino de confianza de todos los inquilinos, trabaja como guardia de seguridad en la puerta del edificio.

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Al González.

Julián
25-01-2005, 11:14:22
Buenisimo , Genial.

Por cierto, en mi edificio, durante un periodo periodo de tiempo anduvo alojado un tal Zacarias Almonte, pero ya no anda por aquí, pues desde que se inauguro la Oficina, en el 812, los vengativos herederos del viejo son incapaces de encontrar la ruta hacia casa. Si que permanece aún un tal Norberto Antares, aunque no hace otra cosa que tocarse los huevos; un dia de estos solicitaré su desalojo.

¡saludos!