Ya sé que en este rincón de Internet a ninguno le importa, pero o lo digo, o rebiento.
Lo que he padecido hoy sobrepasa todo lo sobrepasable: ha sido la segunda vez en lo que llevamos de mes que tengo que salir de la ducha, enjabonado de pies a cabeza, para encender la put@ caldera.
Por supuesto, dicha caldera no es de esas estancas, con una palanca para encender la calefacción y un termostato para seleccionar la temperatura a la que quieres que salga el agua del grifo. No señor. La put@ caldera es igual que esas viejas de butano que había que encenderlas con mechero. Pero lo peor es que la put@ caldera ni es vieja ni es de butano, sino que es nueva y de gas natural (según Nuria, mi antigua compañera de piso, no tiene dos años. ¡Ahora ya sé por qué te has vuelto a Burgos!). Pero hay que encenderla con mechero.
¡Y vaya una odisea, el mecherito de las narices! Porque no se puede usar un mechero cualquiera, no señor. Hay que usar un mechero de esos que es largos, porque hay que meter la llama por un agujerito minúsculo hasta llegar a la espita por donde sale el gas, operación que requiere el pulso de un cirujano, porque si te tiembla se apaga la llama del mechero... ¡y el encendido del mismo está estropeado! Así que tienes que sacar el mechero de susodicho agujerito y usar otro para encenderlo...
Pues ya tienen vuesas mercedes una imagen visual para chancear a mi costa: el menda, en albornoz, enjabonado de arriba abajo, en medio de la cocina (diminuta, por cierto), con un mechero en cada mano, y jurando en arameo...
“¿Y no podrías aclararte con agua fría, señorito?”, preguntará alguno con retintín. Pues sepa usted que si hay que ducharse con agua fría, pues uno se ducha, y de hecho se ha duchado. Y no solo en mi casa Burgalesa, sino en un
campo de trabajo en Mozuelos de Sedano, un pueblo en lo más alto del páramo de masa donde hasta en pleno agosto hay que dormir con pijama de cuello largo, calcetines, y cuatro mantas. Y como era un campo de trabajo, las duchas eran de campaña, plantadas en pleno sotobosque continental (que es como el mediterráneo, pero con más frío), cuyo agua se obtiene mediante un sifón de un pilón-lavadero de los que había antes en los pueblos que se llenaba con el agua de un manantial sito apenas dos metros más allá para que le de tiempo a calentarse. Eso es agua fría, pero lo el agua del piso que cohabito no es agua, es puro hielo líquido.
Si a esto añadimos que, gracias a esta maravillosa caldera, el agua caliente sale en forma de vapor presurizado, el sufrimiento está servido. Cuando no me escaldo, me congelo, y si no, se apaga la caldera para que no te quejes...
Si algún alma caritativa se apiada de mi, que avise. No molesto, porque no me gustan las juergas, para dormir ocupo poco porque me hago un ovillito y, si la caldera funciona como Dios manda, no hago ascos a una ducha.
Ala, ya me he desfogao...
