La culpa la tienen mis padres. Va en serio. Y, además, los dos.
Mi padre trabajaba en aquel entonces en el departamento informático de una zapatería. Casi todos los días mi madre me llevaba a esperarle al trabajo, porque pillaba de camino a casa desde el colegio, así que me subía a la oficina y ahí mi padre me enseñó a cerrar la sesión del sistema (era un COBOL de los de antes, sin esas mar¡conadas que tienen los ordenadores de ahora, con ratones, entornos gráficos y demás). Cuando me hice más mayorcito, recién cumplidos los 10 años, él pasó a trabajar como agente de IBM y un día me dijo que si me apetecía aprender me podía dejar un cursillo interactivo y un ordenador libre de la oficina. Craso error.
Ahora ambos se quejan de que me paso todo el día delante de un ordenador...