Como lo del futbol parace ser una enfermedad incurable, de la cual dios me libre, a Romerales no le queda más remedio que atarse al sillón y así evitar esos lanzamientos en plancha detrás del balón virtual, aunque el topetazo contra la pantalla del televisor sea para su desgracia real.
Así nos queda una versión hortera de Ulises cuando mandaba lo ataran al mástil para no sucumbir a las llamadas de las sirenas.
Claro que a donde vas a parar, pues no hay diferencia de una sirena, ese dual ser mitológico a un simple balón, nacido para ser pateado.
Un Saludo.
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